Johnfer Uribe: el artista al que la vida le enseñó a ser poeta

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¿Qué es lo que hace que un artista se convierta en tal? El colombiano Johnfer Uribe nos invitó a su habitación para que intentáramos descubrirlo con una charla. En su relato nos dimos cuenta de que no solo nos abrió las puertas de su casa, sino también las de su alma. Contó de su dura niñez, del sentir de su escritura y de la enfermedad que padeció al nacer y que lo ha marcado desde entonces, a pesar de que la ha sabido superar. El año pasado publicó su primer libro de poesía que ha calado bien en el mercado y que tituló: «El día perfecto».

Si le pudiéramos preguntar a la habitación de Johnfer Uribe quién es él, fácilmente nos respondería. En ella vemos una guitarra eléctrica y una acústica en sus respectivos atriles; una cámara fotográfica Kodak de rollo puesta en su mesa de noche; una claqueta de cine colgada en la pared; fotografías de su autoría enmarcadas en los muros; y libros de literatura en su biblioteca donde se incluyen a Pablo Neruda y Mario Benedetti. Todo ello nos deja claro que es un artista; y, el cartel de dos metros cuadrados en una de las paredes promocionando su libro de poesía, nos lo reafirma.

Lleva veintiocho de sus cuarenta años escribiendo. Primero fueron historias fantásticas que un niño con buena imaginación de doce años puede escribir; luego fueron canciones a las que él mismo llama poesía con notas musicales; y luego, desde hace algunos años, se ha dedicado a escribir poesía pura. Tiene tantos poemas que le alcanzó para publicar su primer libro y le sobra material para publicar el segundo. Pero prefiere esperar y tomárselo con calma, porque aún su ópera prima se está vendiendo como pan recién horneado. Se siente satisfecho con el resultado obtenido y se muestra animado cada vez que estampa su firma en un ejemplar. Adicional a eso, tres de sus poemas fueron seleccionados por una editorial colombiana para incluirlos en un libro antológico, el cual será publicado en los próximos meses.

«Sigo creyendo en las cosas bonitas; sigo creyendo en unicornios».

Le escribe al amor. Pero solo ahora, de adulto, puede mirar en retrospectiva: son poemas a un sentimiento que le faltó desde niño. No porque sus padres se lo hubieran negado o porque haya sufrido maltratos, sino porque su alma necesitaba de mucho más. Todavía le hace falta.

«Yo siempre le he escrito al amor, al romance. Y las primeras cosas que escribí de niño fue: ‘No sé, no sé a dónde fue; no sé, no sé dónde está’».

A pesar de que siempre tuvo a sus padres al lado, era constante la necesidad de saber dónde estaba esa persona que él quería.

¿Y has encontrado a esa persona?

Se toma la barbilla mientras lo piensa y pasan unos segundos antes de que responda con algo de ambigüedad:

«Es muy diferente ahora que hace quince años. Ahora me tomo las cosas con más cabeza fría».

¿Pero existe alguien en este momento?

«Sí la hay. Pero ambos estamos mirando cómo están los cimientos para continuar».

Tuvo una infancia difícil. Las carencias económicas y los conflictos familiares que pasó en los primeros años le dejaron orificios en su alma, a pesar de que, por aquella época, veía normal el hecho de que seis personas vivieran en una habitación de esterilla y ladrillos desnudos; era su mundo el jugar descalzo con tierra y barro en el monte, en medio de uno de las poblaciones más humildes de la ciudad de Cali, Colombia.

«Muchos poemas los he escrito enamorado, otros con decepción».

Si Aristóteles decía que el arte no es más que la imitación de las experiencias humanas, este comunicador social, fotógrafo, diseñador, músico y, sobretodo, poeta lo demuestra en cada trabajo y en cada letra que plasma sobre la hoja. Salen a relucir sus sentimientos más profundos, producto de una vida de altos, bajos y superaciones de vida. La madre de Johnfer, durante su embarazo, sufrió de una preclamsia, cuya enfermedad causó que él tuviera contracciones en su pierna izquierda hasta tal punto de tener que arrastrarla. Todavía lo hace, pero en menor medida gracias a la perseverancia de sus terapias y ejercicios.

«El médico me dijo que había sacado el menor mal posible, porque bien pude haberme convertido en un vegetal».

Recuerda que solo una vez se burlaron de su condición en la escuela, pero no le dolió tanto como cuando se vio a él mismo, por medio de un video VHS de la época, de qué forma caminaba. Eso fue cuando recién entraba a la adolescencia. Ahí se sorprendió y le impactó, porque dentro de su inocencia siempre pensó que él caminaba igual al resto: “Fue duro. Pero me dijeron que así me veían todos y que no pasa nada; que así me querían”.

Siente que ese tema lo ha superado y no tiene ningún tipo de complejo al respecto. Incluso, lo analiza como un equilibrio en su vida, porque está consciente de que su sensibilidad tiene que ver con todas sus condiciones recorridas. Ahora se pregunta cómo hubieran sido sus sentires sin su condición física y se atreve a aventurar que, quizá, hubiese sido un poco menos amoroso.

Se declara enamorado de escribir y quiere hacerlo durante toda su vida. Aunque confiesa que, durante los últimos días, no le ha quedado mucho tiempo para hacerlo. Se ha tenido que dedicar a la promoción de su primer libro. Pero retomará lo más pronto como le sea posible, ojalá recibiendo la brisa fresca del mar Caribe. Planea trasladarse por un tiempo a las coloniales calles de Cartagena de Indias, porque asegura que su mística le traerá más inspiración.

 

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