Fragmento del cuento «Inspiración» (2021)
Algo tan repentino como sonoro destruyó la depresiva calma del espacio: el citófono sonó cuatro veces, y no cinco, porque aquel hombre solitario tardó ese tiempo en salir de su somnolencia para saber quién interrumpía su frustrada escritura. Su esposa estaba en la puerta del edificio preguntando por él, según las ásperas palabras del anciano conserje al otro lado de la línea. Se avivó de inmediato. No supo si colgó el citófono, o no, y se puso su abrigo oscuro y motoso, mientras bajaba las escaleras tan rápido como nunca se aconseja, y tratando de peinar un poco su abandonada cabellera. Tampoco cerró la puerta por su afán. Sólo le importaba llegar a la recepción donde su cónyuge lo esperaba. Después de mucho tiempo sin verla, se moría por hacerlo. Se moría de la curiosidad por saber qué le diría ella.
Antes de llegar a los últimos y anchos escalones de la vieja construcción, se detuvo un instante para meditar en la posible y tan anhelada respuesta que ella le traería y que le había prometido una semana atrás por teléfono, porque ella no quería verlo ni en pintura. Aquella respuesta sería concluyente para saber si podría regresar a su hogar junto a ella, o si, en definitiva, debía seguir allí para siempre en la añoranza y sumido en la soledad absoluta en esa pequeña habitación, la que le servía de albergue para pasar noches sin amaneceres y, a la vez, recinto de inspiraciones para su novela sin un fin cercano.