Fragmento del cuento «La Espiral» (2021).
«Daba clases en la única escuela existente: una casucha, a punto de caerse, donde había letrinas en vez de baños, troncos de árboles cortados a la medida en vez de pupitres y paredes rayadas en vez de pizarras. Las tejas de barro estaban tan rotas que los rayos del sol penetraban sin pedir permiso, al igual que los chorros de agua cuando los aguaceros improvistos sorprendían al pueblo. Una escuela donde algunos niños iban con los pies desnudos y solo con una taza gigante de café negro en sus estómagos, acompañada de un diminuto pan sin sal que hacían las veces de desayuno (…)»