Fragmento del cuento «Cita a ciegas» (2021)
(…) En la mañana del siguiente domingo volvió a ponerse el vestido sombrío para asistir a la misa, donde esperaba extraviarse en medio de sermones que a veces ni escuchaba con atención, pero que le permitían ensimismarse de una manera diferente de como lo hacía en su cama durante las noches. Al salir de su casa y pasar por el buzón, no fue suficiente el esfuerzo que hizo para no mirar en su interior. Dudó varias veces si abrir, o no, la puertecilla del correo, hasta tal punto de sostener su asa por varios segundos antes de tomar la decisión. Estaba con una incógnita que no la había dejado conciliar el sueño durante las cinco noches anteriores; con una rabia interna que no la había dejado asomarse ni a la ventana; y, al mismo tiempo, tenía un tufillo a orgullo que no la había dejado ver antes en el cajón del correo que tenía al frente. “¿Habrá escrito?”, pensó.