Patas de perro
Una vez recorrimos el barrio chino de Nueva York en medio de un azotador invierno de principios de febrero. Entramos a un restaurante para calentarnos, después de asegurarnos de que los precios de las sopas se ajustaban a nuestro bolsillo. El agua condimentada y las verduras con tofu cumplieron la función de hacernos sentir de nuevo que teníamos huesos en el cuerpo. Fue la primera vez en nuestras vidas que degustábamos comida oriental sin que la hubiese preparado un paisa. Cabe mencionar que los guantes que llevábamos puestos los habíamos comprado en un puesto callejero de Broadway; nos los vendió un caleño.
Incluido en el libro «Quince cuentos y un poema» (2021).