Fragmento del cuento «Ojos que no ven» (2021).
Desde que perdió a su esposa vivía sólo. No le quedaban familiares y nunca tuvo hijos con la difunta. Sólo tenía la fiel compañía de un perro de raza única que le calentaba un lado de la cama en las noches, que cojeaba de una pata y que dejó de ser callejero cuando el buen hombre lo adoptó. Le hizo un hoyo inmenso a su miserable pensión mensual para llevarlo al veterinario el día en que se enfermó de vómitos diarios y diarrea de color verde botella; quiso evitar sentir de nuevo un dolor desgarrador por la pérdida de quien ama con todas sus fuerzas, así que hubiese empeñado hasta su propia alma por ese animal despelucado (…)